Estos días se ha comentado mucho los movimientos del gobierno español para «forzar» el aprobado de todos los alumnos de educación secundaria. Los comentarios en redes sociales varían entre la alegría de los chavales, que ven cómo van a aprobar sin esfuerzo, y el escándalo de algunos sectores que ven, una vez más, cómo baja la calidad del modelo educativo. Vivas donde vivas y estudies lo que estudies, una cosa está clara: un título que puede se puede obtener sin exigencias de ningún tipo no sirve para nada.
La noticia saltaba a principios de Junio de 2020: el gobierno de Pedro Sánchez eliminaba el límite de asignaturas suspendidas para poder superar las dos etapas educativas previas a la enseñanza universitaria. Según la normativa vigente, es posible superar la Educación Secundaria Obligatoria (ESO, de 12 a 16 años) con tres asignaturas suspendidas y el Bachillerato (de 16 a 28) con dos. Pero para minimizar el impacto de la crisis sanitaria del COVID-19, se eliminaba estas restricciones y se «animaba» a los centros a ser «flexibles» y reducir la exigencia, concediendo las titulaciones con más asignaturas suspendidas.
Las reacciones más inmediatas, como te decía un poco más arriba, eran de alegría por parte de muchos alumnos que veían cómo podían olvidarse por completo de estudiar nada antes del verano, y de indignación por parte de algunos colectivos, como el de profesores, que señalaban la posible ilegalidad de la medida, por un tecnicismo de jerarquía normativa.
De manera individual, muchos profesores han denunciado presiones para aprobar a los alumnos de cualquier forma. Al parecer, la estrategia ha sido exigirles que justifiquen, caso por caso y de manera detallada, cualquier puntuación negativa. La idea es tan simple y tan eficaz que merecería entrar en un registro de perversidades administrativas: si quieres que alguien haga algo, haz que la tarea opuesta sea terriblemente costosa. ¿A quién se le podría ocurrir algo tan retorcido como que, existiendo la evidencia de las pruebas escritas, los profesores tuvieran que justificar todos y cada uno de los suspensos, pero no los aprobados? Lo dicho… diabólico.
Cuando se aprobó el criterio actual, en 2017, ya surgieron voces críticas por la perplejidad que causaba que se pudiesen superar etapas educativas con varias asignaturas suspendidas. Hubo quien dijo con claridad que, para eso, mejor quitar el título. Porque, además de poder «pasar» con varios suspensos, también se planteaba que se tenía que poder aprobar con una nota media menor de 5 sobre 10. Esto suscitó un debate bastante acalorado sobre si era mejor dejar que la gente «aprobase» con asignaturas suspendidas, que obligarles a repetir y fomentar la cultura del esfuerzo.
Ahora podría entrar yo mismo a debatir lo ético o acertado que puede ser todo esto, pero prefiero ceñirme a los datos. La evolución del informe PISA sobre competencias de los alumnos de 15 años en el ámbito de la OCDE indica que, en los últimos años, esas competencias no dejan de bajar. Es decir, los alumnos que salen a la vida y al mercado de trabajo tras superar la adolescencia son más torpes, con menos capacidad de análisis y comprensión de lo que les rodea. En este sentido, España se lleva la palma, pues se encuentra de media un 12% por debajo de la media de la OCDE, especialmente en matemáticas y ciencias. Un problema semejante aqueja a la educación universitaria, aunque es algo de lo que hablaré otro día.
Lo que importa de todo esto es cómo te afecta a ti esta tendencia. Y es que puedes tomarte la formación de dos formas: como un requisito molesto y obligatorio para avanzar en la vida, o como una oportunidad de mejorar en tus capacidades. Lo que debes tener MUY CLARO es que el mercado laboral sólo valora a las personas que sepan resolver problemas y ejecutar su trabajo de forma eficiente. Así que tu valor en el mercado depende de tu habilidad para resolver tareas con eficacia. Si no sabes leer bien, si no tienes una buena capacidad matemática, si no entiendes los problemas que te plantean, si no sabes expresarte con claridad, tu valor en el mercado de trabajo disminuye, porque eres un profesional mediocre. Nadie paga por hacer las cosas mal (tú el primero, que no pagarías la reparación de tu coche si estuviera mal hecha).
Aunque en este artículo me esté centrando en la formación secundaria, previa al inicio de la formación universitaria, este criterio se aplica a todas las etapas de la vida. No importa si tienes 15 años y estás terminando esa educación secundaria, sea cual sea tu país y sistema educativo, o tienes 40 y estás haciendo un curso de reciclaje profesional. En cualquier circunstancia, la formación no debe ser un contratiempo que lanzan en el camino para que tropieces y debes superar de cualquier forma, sino la oportunidad de mejorar.
Y si te molesta que hablemos en términos de «empleabilidad en el mercado», piensa de forma egoísta en tu interés personal. Una persona que no sabe calcular bien y con soltura es víctima fácil de los abusos comerciales, porque no sabe detectar con facilidad un engaño en los precios. Una persona que no sabe leer y escribir correctamente puede tener problemas para hacerse entender y entender a los demás. Y así con cualquier competencia que podamos plantear.
Eres tú el primer interesado en aprovechar tu tiempo de estudio, porque conseguir un título que todo el mundo sabe que no cuesta esfuerzo, como es el caso de estas acreditaciones educativas o los títulos en los que «pagas por aprobar», como muchas certificaciones de Scrum (gestión de proyectos), no valen para nada. Carecen de prestigio y relevancia para que te tomen en cuenta. Ni has aprendido nada ni tienes más posibilidades de avanzar en la vida, así que, ¿para qué te han servido?
Los sucesivos gobiernos, al menos en el caso de España, han ido rebajando los requisitos para la obtención de titulaciones académicas con un solo objetivo: conseguir que bajasen las cifras de fracaso escolar mediante el simple mecanismo de hacerlo más fácil. De esa forma, si se baja la exigencia, aprueba más gente, se reduce el fracaso y pueden colgarse la medalla de una conquista social más.
Pero el perjudicado eres tú, no «la sociedad» en abstracto. Eres tú el que encontrarás problemas para desenvolverte, defenderte y resolver situaciones en tu vida privada y profesional. Ten en cuenta, además, que un título sin contenido perjudica tu movilidad personal y profesional. Si quieres emigrar a otro país, tendrás que convalidar tu expediente académico y entrar en un mercado laboral que, posiblemente, sea más competitivo. Así que si has «aprobado» con un 5 de media y varias asignaturas suspendidas, tus posibilidades de encontrar un trabajo cualificado y bien pagado será prácticamente nula.
Un título que se obtiene sin esfuerzo ni exigencia no sirve para nada. Lo que importa es lo que sabes hacer. Es lo único que conservarás toda la vida, que no puedes perder, y lo que te permite avanzar, construyendo una base de conocimientos sólida sobre la que conseguir tus objetivos.